LA COSMOVISIÓN
La revalorización de las culturas originarias y la reafirmación étnica, tal como se manifiestan actualmente entre los pueblos andinos, son una consecuencia de la toma de conciencia de miles de hombres y mujeres, que redescubrieron los tesoros que nos dejaron nuestros ancestros.
Este proceso de revitalización cultural, tiene sus guías y sus líderes. En muchos casos han sido profesores y docentes que alertaron a los niños y jóvenes contra tentaciones alienantes que desvalorizan lo que les enseñaron sus padres y abuelos. Estos guías han sido maestros creativos, que supieron combinar los conocimientos académicos adquiridos con el saber popular y comunitario. No siempre fueron comprendidos, pero divulgando sus convicciones con entusiasmo, han alimentado una corriente que ya nadie puede parar. (1)
En cuanto a lo que nos corresponde reflejar sobre la Herencia Cultural y de Identidad Nacional, recibida de nuestros antepasados, y como Patrimonio Natural de la Civilización Quechuaymara, tenemos como símbolos nacionales del Pusisuyu ó Tawantinsuyu a las estrellas del firmamento, como el TATA INTI (Padre Sol), La PHAXI MAMA (Madre Luna) que representa la fuerza DUAL del hombre andino, también el CHACHA WARMI (Hombre – Mujer), la pareja unida dentro de la convivencia nativa.
LA CHACANA (La cruz del sur), que representa la organización socio política y económica de los cuatro territorios pertenecientes al Pusisuyu ó Tawantinsuyu, el cual se subdivide en los Ayllus del Aransaya (Posesión de arriba) y del Urinsaya (Posesión de abajo).
EL QUTU (Las pléyades), que representa la unidad y la igualdad en la sociedad dentro de lo que es el sistema del Ayllu comunitario. EL ARA – ARU (Tres Marías), que representa el sistema de reciprocidad y rotación en el trabajo colectivo o comunitario. El SUNI QANA (Estrella vespertina) y el QHIRWA QANA (Estrella Matutina), que representan los pisos ecológicos de los Andes, asimismo el QARWA NAYRA (ojo de llama) y el KUNTURI JIPIÑA (anidar del Cóndor), y otros que son los indicadores del tiempo o la PACHA.
Entre otros astros, tenemos como representaciones de almacenes de papa, maíz, chuño y quinua, depositados en TAMPUS y PIRWAS.
En la Cultura Andina tenemos como Símbolos Culturales, a las flores y plantas sagradas, a las aves, como el Kunturi (Cóndor), el Paka, el Mamani, el Luli y otros. Entre las fieras, tenemos el Puma, el Titi, el Qarwa, el Wari, el Allpachu y otros. Entre otros animales están también el Kirkincho, el Katari y el Amaru.
Por otra parte también tenemos, como símbolos nacionales y regionales, las montañas más sobresalientes de los Andes, como el Sajama, Illimani, Azuaya, Wayna Potosí, Illampu, el Tunupa y otras, que representan a fenómenos vitales de nuestros antepasados (Achachilas), llamados con el propósito de conmemorar cada periodo, la memoria de los héroes de nuestra historia y de la mitología andina.
Asimismo debemos destacar, que nuestra gran nación Quechuaymara, tambien tiene los emblemas del Pusisuyu ó Tawantinsuyu, que se representa en la sagrada Wiphala, presumiblemente desde la civilización del gran Imperio Aymara (TIAWANACU), la cual data de 2800, 3000 y 5000 años antes de Cristo, desplegando en sí el orden sistemático de los colores del arco iris o Kurmi.
(1) -. Síntesis histórica de la Cultura Aymara, Félix Mamani Muñoz, Cuaderno de investigación Nº 12, Centro de Ecología y Pueblos Andinos CEPA, Oruro Bolivia, 2001.
La Madre
Tierra
- La tierra, dentro del conjunto de elementos que forman la comunidad indígena, es vida, lugar sagrado, centro integrador de la vida de la comunidad. En ella viven y con ella conviven, a través de ella conviven en comunión con sus antepasados y en armonía con Dios. Por eso mismo la tierra, su tierra, forma parte sustancial de su experiencia histórica y de su propio proyecto histórico. En los indígenas existe un sentido natural de respeto por la tierra; ella es la Madre Tierra, que alimenta a sus hijos, por eso hay que cuidarla, pedir permiso para sembrar y no maltratarla.
La tierra se constituye como los cimientos del cosmos, el fundamento de toda la realidad, el receptáculo de todas las fuerzas sagradas, que se manifiesta en montes, bosques, vegetación y aguas. Es el lugar y el tiempo, el espacio primordial. La tierra lo sostiene todo, es la base de la vida. La misma vida humana está ligada a la tierra de forma profunda. La tierra es matriz de vida.
Existe una connaturalidad entre la tierra y la mujer, concretamente la madre, por su inagotable capacidad de dar fruto y vida. De ahí nace la devoción y respeto a la tierra.
Esta relación de la tierra con la vida, se expresa de modo especial en el mundo vegetal: la tierra ofrece sus frutos a todos sus hijos. De ahí la relación entre la fecundidad de la gleba y la mujer, especialmente en las sociedades agrícolas. El trabajo de cultivar la tierra se relaciona con el acto generador. La mujer es surco abierto en la tierra, mientras que el hombre es el arado y la semilla que se deposita en el seno de la tierra. La fertilidad de la tierra se une así a de la mujer. La esterilidad de la tierra y de la mujer constituyen como un gran castigo.
La Tierra en el Mundo Amerindio. - para Incas, Mayas, Aztecas, Guaraníes y para todas las tradiciones originarias de América Latina y Caribeña, desde México a la tierra del fuego, la tierra constituye un lugar sagrado, un espacio privilegiado de encuentro con Dios, madre buena que da a luz, que cuida y alimenta a sus hijos, les regala montañas y ríos, el suelo y el subsuelo, es el lugar donde descansan los antepasados y constituye la raíz de su economía, de su cultura, de su espiritualidad.
La Pachamama Andina no es un simple medio de producción, ni algo profano, sino que es algo sagrado, el centro de toda su vida comunitaria y religiosa. "Un indio sin tierra es un indio muerto" afirma Tomás Balduino. La tierra es territorio y forma parte de su mismo cuerpo personal y social. Existe una comunión profunda entre el pueblo y la tierra. Se le ofrecen ritos para agradecerle sus frutos y pedirle sus bendiciones. Es como el rostro femenino y materno de Dios.
El viejo mito todavía se conserva en
tierra quechua: - La tierra, dentro del conjunto de elementos que forman la comunidad indígena, es vida, lugar sagrado, centro integrador de la vida de la comunidad. En ella viven y con ella conviven, a través de ella conviven en comunión con sus antepasados y en armonía con Dios. Por eso mismo la tierra, su tierra, forma parte sustancial de su experiencia histórica y de su propio proyecto histórico. En los indígenas existe un sentido natural de respeto por la tierra; ella es la Madre Tierra, que alimenta a sus hijos, por eso hay que cuidarla, pedir permiso para sembrar y no maltratarla.
La tierra se constituye como los cimientos del cosmos, el fundamento de toda la realidad, el receptáculo de todas las fuerzas sagradas, que se manifiesta en montes, bosques, vegetación y aguas. Es el lugar y el tiempo, el espacio primordial. La tierra lo sostiene todo, es la base de la vida. La misma vida humana está ligada a la tierra de forma profunda. La tierra es matriz de vida.
Existe una connaturalidad entre la tierra y la mujer, concretamente la madre, por su inagotable capacidad de dar fruto y vida. De ahí nace la devoción y respeto a la tierra.
Esta relación de la tierra con la vida, se expresa de modo especial en el mundo vegetal: la tierra ofrece sus frutos a todos sus hijos. De ahí la relación entre la fecundidad de la gleba y la mujer, especialmente en las sociedades agrícolas. El trabajo de cultivar la tierra se relaciona con el acto generador. La mujer es surco abierto en la tierra, mientras que el hombre es el arado y la semilla que se deposita en el seno de la tierra. La fertilidad de la tierra se une así a de la mujer. La esterilidad de la tierra y de la mujer constituyen como un gran castigo.
La Tierra en el Mundo Amerindio. - para Incas, Mayas, Aztecas, Guaraníes y para todas las tradiciones originarias de América Latina y Caribeña, desde México a la tierra del fuego, la tierra constituye un lugar sagrado, un espacio privilegiado de encuentro con Dios, madre buena que da a luz, que cuida y alimenta a sus hijos, les regala montañas y ríos, el suelo y el subsuelo, es el lugar donde descansan los antepasados y constituye la raíz de su economía, de su cultura, de su espiritualidad.
La Pachamama Andina no es un simple medio de producción, ni algo profano, sino que es algo sagrado, el centro de toda su vida comunitaria y religiosa. "Un indio sin tierra es un indio muerto" afirma Tomás Balduino. La tierra es territorio y forma parte de su mismo cuerpo personal y social. Existe una comunión profunda entre el pueblo y la tierra. Se le ofrecen ritos para agradecerle sus frutos y pedirle sus bendiciones. Es como el rostro femenino y materno de Dios.
"Desde la aurora del universo había dicho la Pachamama: "Yo soy la santa tierra. La que cría, la que amamanta soy. Pacha Tierra, Pacha Ñusta, Pacha Virgen soy.
...A mí ustedes me van a llamar, me van a soplar, para las tres personas: Pacha Tierra, Pacha Ñusta, Pacha Virgen. Ese día yo hablaré. La santa tierra no van a tocar". Así había dicho la Pachamama...
Esta tierra vive y en ella todos estamos viviendo juntos... Como madre nuestra nos está amamantando y nos cría. Pero nuestra madre de todas maneras se muere, nos está absorbiendo. Como a su propio hijo nos está criando. Su pelo crece: es el pasto, es la lana para los animales. Con este pasto se alimentan los animales...
Pachamama sabe parir, las papas pare, las semillas le entregamos y eso pare. Pidiendo a Dios le entregamos la semilla...
Le ofrecen despacho a la Pachamama por los productos y por los animales, para que no se enfermen las crías, para tener buenos productos"
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